- Consumo frecuente de azúcares, bebidas carbonatadas y alimentos ricos en ácidos.
- Mala higiene oral.
- Ciertos medicamentos, especialmente aquellos que incorporan azúcares añadidos dentro de sus excipientes o los que reducen el flujo salivar.
- Dientes apiñados, ya que dificultan la higiene interdental. · ¡Falta de flúor, pues protege al diente!